viernes, 29 de agosto de 2008

Imprevistos


Cuando casi pasa una semana desde que escribí el último post, ayer el jueves me pidió que debía escribir de nuevo para contar que una vez más, no estamos en nuestro país, que aquí pasan cosas que no pasan en España.
Después de un jueves de papeleos, de permisos de residencia, de faxes, de fotocopias, de tiradas en el suelo con el ticket numero 331 en la mano, tocó dejarse llevar por la música y los eventos culturales de la ciudad de Bergen, donde cuando se pone el sol, hace frío, donde se desea sin mucha esperanza en realidad que no llueva o al menos, que no te pille a tí.
El lugar d reunión como siempre la piedra azul, la blue stone o blue rock o por qué no, " la Blue" que para eso ya es coleguita. Los dickies, las chaquetas multicolor adidas y las gorras y boinas delatarían la llegada de los anfitriones, que no esperaban que medio fantoft estuviera allí para verles.
Después de eso, ý de oír un grupo de yo quiero ser rockera gritona, nos sorprenden con la fusión de la guitarra española, la electrica, la batería y un violín. Y dos voces de maravillosos acordes, asique nos quedamos.
Y mucho más tiempo del que previmos en un primer momento porque Teresa quería tomarse una cerveza y yo directamente he dejado de tener presión por los horarios asique no corrimos para coger ese bus, nos fuimos callejeando, encontramos un bar heavy metal, con la música baja, con ambiente distinto y en el fondo lo que importaba, que admitiesen el pago con visa. Allí nos quedamos, con buenas conversaciones, algún cotilleo, y un encontronazo con la madre rusia, Anton, qué bien nació ese chico.
Pero la anécdota del día fue la vuelta. La vuelta siempre es divertida, aunque no tanto cuando tienes hambre o cuando te pasa lo que le pasa a Juan, que no va al baño a tiempo y es tan iluso que cree que nunca es posible encontrarse a un noruego indispuesto en el autobús.
Pues bien, las probabilidades si bien son bajas, pero son. Y que nos toque a nosotros en vez de al siguiente autobús o al de después son mínimas. Pero si nos puede tocar la tostada boca abajo, nos toca boca abajo y hasta quemada.
Asi que un noruego vomita en el autobús, y en España nos hubiera importado poco, porke el deber es el deber y el autobus habría seguido su trayecto final con olor o sin él, pero los noruegos no pueden consentir tales impurezas en su autobus de linea, como como Juan sugiere lo que no quiere la conductora es rascar cuando el vómito se quede seco, asiq ahí nos dejó tirados como veis, mientras con cubo y escoba, porke aki no existen fregonas, recogía la cena de aquel pobre chaval cuya cara nunca llegamos a ver.
Pero como siempre lo importante es que llegamos, media hora más tarde, con hambre, con sueño y con ganas de miccionar pero llegamos. Y nos encontramos al resto, con quienes nos quedamos otra media hora contando la hazaña.
Estos noruegos...

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