lunes, 20 de abril de 2009

Caminos


Mis dedos se tensan cuando tienen demasiado que hacer. Proyectos, encontrar una tarea realmente satisfactoria, tocar al hombre adecuado, elegir el color que mejor queden con el cuerpo, crear vídeos, fotografíar vida, cocinar sabores, jugar con lo que sea.
Nada es fácil en Noruega cuando parece que todo pierde un poquito de interés. Cuando quieres irte y quedarte al mismo tiempo.
Hay cosas que decepcionan en un país tan frío. Los hombres decepcionan a veces. Por no saber hacer las cosas, o porque no se hacen a mi manera. El tiempo decepciona, porque te acostumbra a un sol extraordinario que se esconde en una gruesa capa de nubes al día siguiente. Los estudios al fin y al cabo terminan siendo lo que no debían ser, generalidades, donde la búsqueda por tí mismo es lo único que cuenta.
El sector servicios, que tenía un voto de confianza, termina siendo lo que siempre es desde que la era digital existe: una orden de búsqueda en internet, ya que ellos tienen la cabeza demasiado vacía para pensar.
Australia y China asomaron la cabeza para saludar timidamente y presentarse como una posibilidad de futuro, como otro sueño más que se funde entre esmalte rojo.
Los ojos me lucen ante las posibilidades que parece que tengo. Ante el futuro más preciso que quiero formar. Necesito encontrar un lugar adecuado.
Algunas autoridades informativas me exigen más de lo que soy. Más actualidad, más profesionalidad, y dado que la carrera en realidad no te enseña casi nada, Noruega me inicia en lo que tengo que hacer, que es investigar, buscar, analizar y escoger por mí misma.
Doblajes, fotografías, crónicas, diseño, historias... todo el arte que siempre llevó mi nombre algún día tiene que iluminarse.
Ahora me preparo, para aquella esperanza que se encuentra siempre al final del laberinto, de donde aún no me he perdido, sino que escojo el camino, con una meta desinteresada.