miércoles, 22 de septiembre de 2010

Tranquilo insomnio


Nada tienen que ver las 3 cocacolas del día. Nada tiene que ver una tarde ajetreada. Ni tan siquiera diría que es por Muse o Joe Purdy que aportan las notas de esta noche, ni tampoco el estremecedor Oh Happy Day de mayo. No busco culpables. Mi insomnio crónico se explica en su intermitencia, en su capricho de presentarse porque sí, el mejor motivo de los que no tienen excusa.

El insomnio me repasa el miércoles. Me recuerda la mañana nublada en la que casi toda de negro me paseaba con cierto viento en la sombra y cierto calor al sol, evitando tentaciones calóricas antes de comer, disfrutando de un filete tierno y llantos provocados por historias ajenas.

Más tarde, el poco augurio de la profesión, la decisión entre la espada y la pared, un poco con mirada perdida, repitiendo un viaje que no hacía en mucho tiempo, cantando y repasando por el camino, recordando por qué hago algunas cosas a contrarreloj.

La noche seguía hablando mucho, gesticulando en exceso y contando historias divertidas hoy, pasando más tiempo con gente nueva que me interesa conocer, animada, evitando proposiciones indecentes y estableciendo un último contacto con una pequeña pero matona parte del comité de sabias, las de la foto, luchando contra nuestro tranquilo insomnio.

martes, 21 de septiembre de 2010

Mañana puedo ser yo

Estoy un poquito harta de siempre la misma canción.

martes, 14 de septiembre de 2010

La cuenta adelante

He vuelto a poner el cronómetro a cero.
He dejado atrás mis merecidas vacaciones, pagadas con mi pasada avaricia, carriles bici y gotas finas de lluvia horizontal, arena blanca y el azul del cielo reflejado en el mar.
Ahora la nueva realidad, por cuarta vez se presenta, llamando a la puerta y tumbada en un sofá, esperando a que alguien le recoja y le lleve a otro lugar donde al menos sea bienvenida.
La inseguridad y la incertidumbre, dos malas sensaciones para el periodista, se apoderan de mí. No sé dónde irán las pretensiones cuando hayan esperado demasiado, sintiéndose plantadas y decepcionadas por un mundo que funciona distinto a su alrededor.
Me defrauda la manera en que el tiempo pasa, mientras los justos siguen pagando, y los pecadores se ríen a carcajadas montando un circo de alguien que no son, pero de tanto repetirlo en eso se convierten.
Yo no quiero trabajar en el circo.
No quiero pagar.
Quiero modificar el tiempo, encontrarme en el momento justo, a la hora exacta, y entonces, detener el tiempo.
Quizá sea la hora de acabar con la realidad.
Quizá la hora de mis sueños infantiles, los mutantes.