viernes, 5 de agosto de 2011

La Medina


Se acumula la suciedad en lo que no son esquinas.
Se acumula la mierda en mitad de la vida.
Las moscas bailan alrededor del hojaldre y de la carne que hay hoy para comer.
Un niño te vende un collar sin saber ni él mismo cuánto vale.
Vale lo que sus ojos te piden.
Un trozo de pan, un trago de cocacola, una sonrisa cuando gritan Real Madrid, aunque seamos rivales. 200 dirhams, 20 ó 10... realmente no le interesan los números, sino lo que puede comprar con ellos.
La medina acumula pobreza, mal olor, fuego en la cara, y piel seca.
Y odio decirlo, pero es bastante deprimente que te preocupe si el bolso de cuero que compraste ayer combina con tus zapatos de las rebajas de Zara.
Podrías compartir mi odio, y odiarte a ti misma. O al menos sentir vergüenza, porque francamente, eso de allí es otro mundo, y no creo que sepa que el naranja no combina con el rosa.
Pero claro, no nos podemos sentir mal todo el tiempo.
Por eso el otro lado de la muralla parece normal.
O los que no conocéis la pobreza llamáis con ese nombre.
Compra ese collar que te combine con el bolso y verás que ese niño tiene un trozo más de pan para rellenar la camiseta que combina con el resto de los rincones de la ciudad, sucia, gris y rojiza.

Foto: Rafael Noe