jueves, 27 de agosto de 2009

Las líneas torcidas


Este año, como ya no soy estudiante, o al menos me queda muy poco, no me he tenido que comprar una agenda, no porque tenga menos cosas que hacer, sino porque me hago mayor y recuerdo mis responsabilidades. Eso sí, tengo un cuaderno. Qué digo, tengo dos. Uno de Panda Security y otro de Fear2 (con un holograma terrorífico de una niña asesina), todo propaganda regalada por mis jefes. No está nada mal, al fin y al cabo, en un futuro serán recuerdos de mi vida. Tengo guardada (o tirada por ahí en la profundidad de la mesa o armario) el cuaderno con ese azul y verde corporativo de telefónica, y el de Taller de Editores, que ese si que era fashion del todo, con un color oro no luminoso.

En la radio no teníamos cuaderno, y eso que era el CEU, y podrían haberse estirado un poco. Sin embargo sé que los regalos corporativos no dicen nada, porque aquellos años en la radio fueron, hasta la fecha, los mejores de mi vida.

Son de cuadros, de rayas y lisos.

Los últimos incentivan las líneas torcidas. Todas desordenadas, donde un dato y otro se mezclan y confunden como si fuera el mismo. Utilizo colores diferentes en vano, mayúsculas o minúsculas. Nada resuelve la poca jerarquía de lo que se escribe sobre la marcha. En realidad como todo lo que se pueda leer en mi blog, sin correcciones ni rectificaciones.

Es un verdadero desastre la manía de no querer pasar la página y no respetar los márgenes, pero en cuadernos pequeños soy incapaz de hacerlo. No me gusta el dorso de las hojas, aunque lo utilizo por respeto a los árboles.

Mi letra ha madurado. Eso significa que a duras penas se entiende. Como la de todos los mayores que conocí de pequeña. Ahora entiendo mejor ese proceso vital que sufre la ortografía.

de pequeña, para escribir, buscaba un pupitre en el que apoyarme porque las cosas, si se hacen, se hacen bien, que si no luego la monja de turno nos tiraba de los pelos.

Ahora, cuando no es en el movil o el ordenador, escribimos como nos viene, en post-it o en esos cuadernos corporativos, en diagonal o en espiral, da lo mismo, porque nadie lo va a leer.

Y es un follón porque nos perdemos en nuestro propio desastre, basicamente la premisa que se cumple para todo el género humano.

Me cuesta encontrar las cosas que escribo, cuanto menores son los datos, mayor dificultad para localizarlos.

Pero exceptuando el caos de las agendas, llenas de citas, datos, teléfonos o dibujos del aburimiento, aún me sigo sorprendiendo de cómo puede haber un orden dentro del desorden, al menos en mis tres principales puntos de apoyo: sofá, mesa y armario.

Y teniendo esta capacidad de orientación para los objetos, me sorprende que no sea capaz de encontrar las llaves en el bolso.

Ellos dirían:

Mujeres...

1 comentario:

Ange dijo...

Increible el análisis, en serio, muy bueno! yo pase por un cuaderno fashion de Jordi Labanda cuando todavia me importaba "ser fashion", luego tuve uno heredado con la espiral rota que viajó conmigo por Europa el año pasado, otro de gatos tipo diario bastante enigmático y ahora tengo uno azul clarito con tapa transparente sin logo corporativo de Orange, y tiene su parte de caos, como todos los buenos genios!