martes, 29 de julio de 2008

Luces del norte



Las luces del norte (Aurora Borealis) son una de las obras maestras de la naturaleza que nadie debería perderse. Imagina que estás de pie sobre la orilla de un remoto fiordo en Groenlandia. Es una noche fría, despejada y oscura y la escarcha cruje bajo tus pies. El brillo del hielo recién formado cubre las aguas, y los icebergs se mecen silenciosamente con la marea. El cielo está salpicado por un millón de estrellas y la luna comienza a surgir sigilosamente desde detrás de las agrestes montañas.

Súbitamente, una verdosa luz trémula aparece sobre tu cabeza, pareciéndose en un principio a una nube alta creada por la luz de la luna. Empieza a intensificarse y a girar, reflejada suavemente por el fiordo, y de pronto, maravillado, comprendes que se trata de las luces del norte, la aurora boreal, iniciando su espectáculo de esplendor natural.

Antes de que te des cuenta se ha convertido en un deslumbrante despliegue de verdes, rojos y púrpuras que se mueven en espiral danzando a través del cielo. Ninguna fotografía que se haya podido ver le prepara a uno para contemplar, por vez primera y con sus propios ojos, a la aurora boreal - se mueve y cambia a una velocidad sorprendente formando remolinos poderosos y rayos que se mezclan e intensifican, para luego dividirse y palidecer. No sorprende que los Inuit creyesen que las luces del norte eran las almas juguetonas de los niños que morían al nacer. En ocasiones, la aurora es un bonito y delicado rayo de luz en el horizonte, otras veces llena por completo la noche y parece como si la luz se derramase desde lo alto del cielo.

La aurora boreal se forma cuando los protones y electrones cargados, emitidos por el sol en forma de viento solar, se ven atraídos por el campo magnético de la Tierra hasta que colisionan con los átomos y moléculas de nuestra atmósfera. Estas colisiones dan como resultado a las incontables pequeñas explosiones de luz que configuran la aurora. Las partículas solares que impactan contra el oxígeno producen auroras de color rojo y verde, mientras que el nitrógeno forma resplandores rosas y púrpuras. El campo magnético está más concentrado alrededor de los polos, y por ello es común que estas reacciones circunden las regiones polares de la Tierra, donde se pueden dar a alturas que van de los 65 a los 650 kilómetros, en una zona llamada óvalo auroral.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nunca he tenido la suerte de verla, pero me encantaría