jueves, 3 de julio de 2008

Bailar pegados es desear


Me mirabas de la misma forma en que yo lo hacía.
Sí, no te hagas el tonto. Deseabas este baile, y deseabas muchos otros. Y lo deseaste más tiempo que yo.
Te miraba a los ojos y me llamabas mala. Yo no soy mala. Te deseaba. Perdona sí eso te ruborizaba.
Estabas pendiente de que tu deseo no se notase demasiado. De que los demás no pudiesen disfrutar tanto como lo hacíamos nosotros, pero amigo mío, los demás disfrutan tan solo imaginando lo que van a poder ver segundos más tarde, no te preocupes por ellos.
Lo que quieran ver ya lo han visto, y lo que no, lo verán. Sea como sea lo harán.
Y mientras tanto ahí estás, cogiendome timidamente la mano con tu derecha, mientras que la izquierda, que no pierde menos el tiempo, se aferraba a mí, para asegurar mi cuerpo y lograr que no quiera escapar.
Tengo que decirte que lo consiguió, y me alegro por ello. Porque mi cuerpo se agarro al tuyo, y sentí cierto magnetismo. Bailamos, durante la noche, aunque se hizo el día. Y cuando los rayos de sol pegaron bien fuerte, debimos irnos.
Porque querido amigo, esto solo era un baile. Y si quieres otro deseame de nuevo, que yo te desearé a tí.

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