viernes, 11 de octubre de 2013

Al borde del fiordo

Diego García Calleja se precipitó al vacío repentinamente en el Púlpito a orillas del fiordo Lyse, en la ciudad de Stavanger. Quería sacar unas fotos más. No hizo nada extraño. Nada que no hagan los más de 200 mil visitantes que tiene esa zona al año.

Yo estuve en junio del año 2009. Fui una de tantas insensatas que quería la foto más al borde, la que más caída mostrase. No hacía viento, y eso nos confiaba aún más. Nunca había ocurrido nada como esto, al menos no acidentalmente.

Noruega además es un país que respeta el medioambiente. Paga por reciclar, tienen máquina de recogida de envases y botellas en todos los supermercados, las carreteras cercanas al paisaje de los fiordos solo tienen un carril, para modificar el ecosistema de la montaña mínimamente

Tras el accidente, Kjell Helle Olsen, un exdirigente de la asociación de senderismo, Stavanger Turistforening, dice que a lo mejor ha llegado el momento de instalar barreras a los turistas. Físicamente destrozarían el sentido de esta formación natural de la roca, y en vista de limitar el acceso, lo cierto es que existen unas normas, y luego libre es uno de saltárselas bajo su propia responsabilidad. De hecho está restringido el acceso si hace mal tiempo, o hace mucho viento. La subida hacia el Púlpito son dos horas. Uno debe llevar la ropa y el calzado adecuado, de lo contrario, daría marcha atrás.

Muchas más restricciones hay para subir hacia la roca Kjerag, a 1000 metros sobre el fiordo Lysen, ya que la subida es más pronunciada, más peligrosa y requiere de equipamiento y experiencia en escalada.

Sobre el Preikestolen además de su majestuosidad, circula una leyenda: dicen que se derrumbará cuando se casen 5 hermanos noruegos con cinco hermanas. Parece que tardará en suceder semejante coincidencia, pero más caso debemos hacer a los geólogos, que ellos sí saben que esto sucederá algún día. No por el casamiento sino porque la piedra, con el peso y el movimiento casi imperceptible de la tierra, se va desplazando poco a poco, año tras año, apenas unos milímetros, pero llegará un día en que no será seguro, y se cerrará el acceso por el camino que está indicado actualmente con unas aspas rojas. Siempre habrá un valiente/inconsciente que le pueda más la adrenalina que otra cosa, y encontrará la manera de subir un acantilado, eso sí, siempre, y como viene siendo en la actualidad, bajo nuestra propia responsabilidad.


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