Cuando lloro siempre sale alguien que cree en todo lo que haces.Que apoya todo lo que siempre quisiste llevar a cabo.
¿Pero y si lloras precisamente porque te rendiste?
Hay tantas cosas que me quedan por leer, y tantas melodías por escuchar, tanto por escribir, tanto por diseñar, tanto por cantar, tanto por planear o improvisar... el arte se me escapa entre los dedos, como si fueran telas de seda y de raso, tirándose por el tobogán de mis nudillos, sujetándose a mi muñeca, siempre fina y huesuda, a la que también le queda pendiente una obra de arte.
Tengo una fijación por las bicicletas. He dedicado en todos mis viajes, unas cuantas fotos de bicicletas que ahora no puedo mostrar porque no las tengo aquí. Me he dado cuenta de por qué sucede esto. Me falta mucho la imagen de una bicicleta en España. En otros países hay bicicletas a cada esquina, y las hay tan distintas, tan personalizadas, que casi puedes hablar de las personas que las conduce sin haberlas visto. Y como buena persona intuitiva, me gusta hablar de las personas sin conocerlas, me gusta valorar sus vidas sin saber si son así realmente. Me gusta la percepción del mundo a través de los objetos. Y eso es raro. Por eso entiendo que la gente no vea la belleza en cosas sucias abandonadas en la calle, en papeles doblados, cerrojos oxidados, botas rotas, papeleras. A mí me parece fascinante, sobre todo un domingo, sin gente que contamine los objetos estáticos.
Descubrí a Matisyahu gracias a un seguidor de Iron Maiden que llevaba zapatillas Adidas All Star, sombreros con pluma y que tocaba la bandurria.
Me descubrió buena parte de su disco duro musical y entre lo que ya conocía y lo que no me gustaba, le encontré a él.
Me parece fascinante, no tanto por las melodías sino por sus letras y sus creencias. Con la música por un momento parece que todas las religiones pueden unirse. Al menos todos aquellos que puedan tener ese momento tranquilo con los ojos cerrados, y una vela que huela a manzana. Tal y como hice yo.