lunes, 17 de noviembre de 2008

Erasmus


Frente a todo ese envoltorio de convalidación de estudios y práctica del idioma, siempre había un fondo bien comentado ya, sobre las fiestas de las becas erasmus, resultado de la libertad repentina que los estudiantes experimentan al estar lejos de casa. Sin embargo, y por suerte, existe una experiencia humana que según el caracter de cada uno, marca para siempre para aprender algo de la vida.

Lo cierto es que me daba verguenza que todo el mundo supiera que me iba de erasmus porque enseguida la imagen más fiestera de esa experiencia, acudía a las mentes de todo aquel que se enteraba. Y es bastante injusto pensar que el apodado "orgasmus" sea considerado como una mera manera de no hacer nada durante un año, y de escapar de el control familiar para así poder perder el control y dejarse llevar por el destino.

Es cierto que hay fiesta, y es cierto que hay libertad, y es cierto que los horarios son más tardíos, y es cierto que el sistema educativo sigue un sistema peculiar librándote de exámenes, y es cierto que empezar una nueva vida en un sitio donde nadie tiene prejuicios hacia tí, hace que te sientas algo más aliviado a la hora de actuar y puede que te sientas más predispuesto a comenzar a hacer cosas que de haber permanecido en tu ciudad de origen, quizá nunca habrías decidido hacer por tí mismo.

Pero lo cierto es que hay varias maneras de tomarse esta experiencia. Y hay varias maneras de asimilarla. El erasmus es un Gran Hermano sin cámaras. Todo el mundo tiene esa ansiedad por comenzar de cero, y por eso actuan como si llevaran toda la vida conociéndote. Es una manera de empezar bien, positivamente, y con predisposición a practicamente lo que sea.

A veces eso te lleva a desfasar, o a otro camino mucho más humano y obvio que en realidad se asimila muy temprano. Aprendes a ser adulto. A cocinar. A recoger la habitacion. A mantener un hogar. A personalizar cuatro paredes totalmente tétricas de una casa. A convivir. A conocer gente sea de donde sea. Empiezas a saber realmente lo que cuesta el pollo y la carne. Lo cansado que resulta acudir siempre a la pasta y el arroz. Empiezas a saborear esa satisfacción de hacer las cosas por tí mismo. De ahorrar sea como sea si estas en países mucho más ricos que España. De echar verdaderamente de menos a tu familia y tus amigos.

Todo eso hace que tu relación con el mundo cambie. Conoces gente nueva. Conoces otros valores, otras costumbres, otro estilo de vida, otros razonamientos políticos. Empiezas a darte cuenta de todas las carencias que tenías y que la vida te ha exigido una vez que estabas sola.
En una experiencia así, en los momentos del día que tienes unos minutos de silencio absoluto, descubres a tu cerebro interiorizando absolutamente todo lo que vive. A veces ni siquiera analiza sino que archiva en una carpeta con el título de muy satisfactorio.

Solo voy por el ecuador de esta experiencia, y voy a volver con un importante exceso de equipaje. Demasiadas cosas. Algo más que idiomas y fiesta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Bárbara,

me ha gustado mucho tu post y cómo describes la experiencia erasmus uniendo la parte académica, la "festiva" y también la de "maduración". Aunque soy de la opinión de que en muchos casos la segunda parte prima sobre la primera, creo que la tercera se le olvida a mucha gente, y esa precisamente puede ser la más importante.

Sigue disfrutando de tu experiencia. Un saludo.

- dijo...

Anonadada me dejas jeje. Yo no lo hubiera descrito mejor. Disfruta mucho de tu Erasmus guapa (¡pero deja algún pañuelo a los noruegos!)

ordago13 dijo...

sobretodo la fiesta''''''


los erasmus son la caña.-... o eso dicen


republica libertaria de las tortugas