jueves, 2 de junio de 2011

Aire e insinuación


Me calcé unos zapatos que no me identificaban. Aguanté con ellos mucho tiempo. Más del que hubiera deseado. Pero claro, estaba monísima, interesantísima, y brillaba como una estrella. Cuando me lo permitían.
Porque a veces el dolor me hacía cambiar el gesto, y no hay peor mal que un dolor de pies. A mí empezó a dolerme todo. La espalda, la cadera, la cintura, la cabeza...
Y la paciencia. Sobre todo ella. Tan frágil y tan blanca, llena de aire e insinuación.

Los zapatos me estaban cambiando la paciencia, o vete a saber si fue la madurez que hay en el fondo de una adolescente haciéndose mujer. Que sabe por dónde sacar todo su potencial sin necesidad de esos zapatos que en ocasiones no hay derecho ni deber de aguantarlos.

Después de una charla con el silencio, intensa, que por momentos casi me gana, tome la decisión que entre dolor y alma de las cosas bien hechas, llegó a una conclusión, de la que hoy no, pero mañana estaré orgullosa.

Porque reconozco, que aunque no siempre me haga caso, en muchas cosas tengo razón. Y ayer ví que tenía el cabello más bonito que los pies.

Imagen: Alejandra Abellán

No hay comentarios: