lunes, 29 de junio de 2009

Solo una ola


He abandonado el mar sin olas, encerrado entre montañas.
Me he metido entre la tierra vestida de asfalto.
He dejado atrás miradas furtivas, sonrisas relajadas y preguntas atrevidas.
Ahora, con mi mejor sonrisa, quisiera poder continuar lo que empecé. Menos temeridad. Por dentro, en el mar o en la tierra, siento que soy una corriente, un huracán. Asusto.
En el mar, el miedo de ahogarse nos hacía valientes. En la tierra buscan aún algo a lo que temer. Muchas veces me buscan a mí.
Una amiga mía siempre dice que ya le da igual todo.
Es mentira.
A mí no me da igual tampoco. En el mar nos besamos. Y sí me importa si no nos besamos en la tierra. El destino es un vago. Y sí me importa tener que dejarle el trabajo a un vago.
En el mar era más valiente porque me podía esconder entre montañas.
En la tierra me encontrarían al entrar en los edificios.
Yo no me escondo demasiado. Miento y digo que me da igual todo, pero quiero creer que el mar no es tan poderoso.
Yo no quiero utilizar al mar para refrescarme y después que no pase nada. Soy parte de sus olas. Una ola enviada a la tierra.
Una ola de calor azota Madrid. Ha vuelto desde muy lejos.
Vaya.
Igual que yo.

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