miércoles, 4 de julio de 2012

El baile del amor




Un brazo se extiende pidiendo un beso. Una pierna se enreda en un cuerpo enamorado. Las miradas se cruzan compartidas con el público. Un público que no sabía dónde ni cuando aplaudir. El ballet es como un dibujo en el aire del sentimiento que representa. Una mezcla de danza y teatro, una tragedia, la de Romeo y Julieta, con fugaces momentos de comedia.

En el ballet hay un líder indiscutible: el Bolshoi. Después están los demás. Anoche el Moscow City Ballet de Smirnov Golovanov, representaba una de las tres obras en el particular Broadway de Madrid. Romeo era como un David de Miguel Ángel, fuerte y frágil al mismo tiempo. Sensible y comedido. Un antagonista que a veces le eclipsaba, bien por la armadura o la capa roja, o su notable talante. Julieta era dulce y natural, de movimientos risueños y expresión improvisada. Con la capacidad de sorprenderse y enamorarse perdidamente. No pude contar los besos, que fueron muchos. Apasionados, lentos y a veces discretos.

Las luces y la escenografía fueron impecables, con gusto, con mucho color, y añadiendo romanticismo solo cuando hacía falta. Los bailes grupales eran intensos y llenos de expresión. Los individuales brillaban en el primer segundo, aunque los presentes premiaron con aplausos a la pareja protagonista, por la delicadeza y la moraleja de que aún se puede amar locamente.

Tan locamente, que se puede morir cuando el amor se acaba.

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