miércoles, 21 de septiembre de 2011

A partes iguales

Avanzaba por las escaleras torpe, con la mirada perdida, los ojos hinchados y las mejillas tirantes de las lágrimas que se habían secado a la fuerza. Miraba hacia todos los lados, controlando que nadie me mirase y no llamase mucho la atención el hecho, de que no era feliz.

He leído en una parte, que así era la vida. Con golpes, con errores, con historias que no tienen un final feliz. He visto que era cierto en las historias que mis ojos captaban. Solo me faltaba vivirlo.

No he sacado nada de ello. Solo darle la razón a aquello de que no sabemos lo que tenemos hasta que lo hemos perdido. Y tenemos que perderlo de verdad para aprender la lección. Después poco importan las lágrimas. Solo está alargando un trance que podría durar menos. Pero los ojos captan y los ojos derraman, a partes iguales.

Me temblaban las manos, como cuando me temblaron las piernas bajando las escaleras. Ahora subía unas escaleras, distintas, que no crujían como las otras, pero era difícil avanzar, como si todas las escaleras, de subida o de bajada se hubieran puesto de acuerdo, y me hubieran atrapado, a partes iguales.

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