lunes, 10 de febrero de 2014

No nos gustan las sonrisas

A LOS ESPAÑOLES NO NOS GUSTAN LAS SONRISAS

En general, y en particular. Me refiero a que cuando la cosa va bien,
da poco de qué hablar. Y claro, no vas a llegar un lunes al trabajo sin nada de lo que hablar. Porque a la hora del tupper uno quiere hacer algo más que remover los guisantes con jamón, que por cierto te salieron sosos.

Uno quiere comentar la jugada. Quiere sentirse tertuliano. Que a este paso de tanto repetirlo va a parecer que es una profesión.

Este fin de semana ocurren dos cosas. Las dos, políticas. El no paseíllo de la Infanta Cristina y el correspondiente lío que se ha montado con el vídeo grabado de su declaración del cual el juez tiene sus sospechas… Parece sacado de una novela de Vázquez Montalbán.

Después está el tema de los Goya, y de los reclamos de cuidar la cultura. Que obviamente hay que hacer campaña sea como sea. Y entonces, un domingo, tenemos otro mitin político, que para un país donde la gente vota sin leer el programa del partido, pues está bastante bien.

Aunque por otro lado, para qué leerlo si luego no se cumple.

En general a los españoles no nos gusta la sonrisa. Porque cuando la infanta denota sobriedad con un traje negro y una camisa blanca, da los buenos días, pero los da sonriendo, pues no nos vale. Supongo que esperaban verla hundida y pensando, ¡ay en qué líos me mete mi maridín! Si es que va a ser verdad eso de que a las mujeres nos gustan los malotes…

Tampoco nos gusta disfrutar de la cultura sin alguna pullita de Maribel Verdú u otras actrices que llevan a sus hijos a los hospitales públicos pero viven lejos en esas fincas tan chulas que se ven desde la A6…

Pero el ministro Wert esta vez no estaba para animar el cotarro con su “pon cara de estar aprobando un tratado de paz internacional”. Y nos sentimos decepcionados por no podernos haber enfadado con su presencia y no haber disfrutado de los premios del cine de una manera mucho más profunda.

Luego tengo que escuchar que los periodistas es que solo sabemos dar malas noticias.

Oye pero si es que luego en la comida no tienes nada que contarme. Y claro, yo sí quiero reírme un poco.

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