sábado, 17 de marzo de 2012

Como una Tarantella


Si tuviera que describir lo que sentí por dentro, diría fue como el sonido de una tarantella. Vibrante, rítmica y apasionada.
Perseguí tus ojos aquella tarde y no creas que no me dí cuenta.
Los tuyos también me perseguían.
Dando tregua solo en el horizonte detrás de mí.

Seguramente vigilabas todos mis movimientos, y repasabas la caída del pelo ondulado hasta visualizar la transparencia de mi camisa. Aprovechabas mi respiración profunda para ver el único movimiento insinuante que pude hacer esa tarde.

Sacaste muchas conclusiones de mí. Todas equivocadas. Y he de reconocer que si tengo la oportunidad de sorprenderte, se me abriría una sonrisa de oreja a oreja.

Parece mentira la vida, lo poco disimulada que es. Va dejando detalles que recoger. Momentos que disfrutar y miradas que interpretar.

Me gustaría algún día, que las miradas se tradujesen en besos. Así los ojos podrían descansar de tanta intensidad.

jueves, 15 de marzo de 2012

La SinVergüenza


Me dijo que perdió la verguenza hace escasos dos años.

Cuando le partieron el corazón siendo la niña más buena del mundo.
"De nada sirve la verguenza si al final acabas en una laguna de agua fría"
Así que me dijo que se puso un vestido de lino negro, sin combinación. Se adivinaba su silueta a contraluz. Dejó de retocarse las puntas, salía de casa con el pelo húmedo, dejándolo al antojo del viento.
Me dijo que sustituyó el rosa por los labios carmín, se pintaba los ojos negro azabache, inventaba lunares presuntuosos donde no los tenía.
Me dijo que nunca se dejaría nada sin decir. "Preferiría ser vapuleada por algo que dije, que ser la chica fantástica por algo que no saben"
Llevaría el pelo expuesto a confusiones de tribus urbanas, libre albedrío para que los demás la encasillasen donde sabía que no encajaba. "Me encanta notar la incertidumbre de aquellos que me miran"
No llamaría la atención por su comportamiento, pero haría lo posible porque su aspecto fuera el perfecto insulto para los círculos cerrados.
"Aunque hablan mal, no dejan de hablar"
Me dijo que su labor sería no pasar desapercibida.
Nunca diría grandes mentiras, pero sí medias verdades. Adoptaría la personalidad que le hiciera falta en cada momento, vestiría de gala cuando sosteniese una copa de cava, pero se acostaría desnuda debajo del edredón.
Juró no comprometerse con nadie que no le cubriese de besos el cuerpo, sin desechar ninguna parte.
Me dijo que se sentía bien. Se describió como natural y no morbosa. "Aunque los demás prefieren llamar morbo a lo que ellos no son capaces de describir sin rubor"
Me dijo que perdió la verguenza porque aún conserva la inocencia "y con una de mis niñerías intactas, es un lujo que me puedo permitir".

martes, 6 de marzo de 2012

Queda una luz en el cielo


Joel camina por la vía del tren.

Una noche seca y fría le acompaña.

Su cabeza le pica y no puede parar de rascarse, el desconcierto acompaña su gesto.

¿Cómo pudo perder ese tren?


Lo cierto es que no era la primera vez que sus pasos lentos no le llevaron a su destino.
Pero espera, ¿destino? si sus pasos no le acompañaron sería imposible que su destino se hubiese escapado.


Leonardo Da Vinci le decía a sus pupilos que al destino había que echarle una mano.

¿Y si le echas piedras?

¿Podría enfadarse el destino?

¿Podría alguien ser tan estúpido de faltar al respeto al destino, y perderle para siempre?
Joel se sentía mal aquella noche, balanceándose por la fina línea de las vías, el crujir de las maderas, y el silencio sepulcral de una vía sin parada.


Ahora él esperaba el tren que perdió.


Con el miedo de que el destino le perdonase y no le tuviera preparado un tren ingrato.
A pesar de ello, esperaba en silencio, con algunas lágrimas sobre las mejillas.
El ser humano tiene algo maravilloso que va después del uso de razón: el arrepentimiento.
Podemos arrepentirnos. Podemos errar y arrepentirnos.


Un tren lejano hace vibrar las vías, Joel se aparta. Observa el cielo. Fuerza la vista y ve una estrella. Parece que queda una luz en el cielo.


El ser humano se arrepiente de sus errores. ¿Pero pueden otros seres humanos perdonarnos? Las estrellas y los trenes al menos parecen poder hacerlo.


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