lunes, 9 de enero de 2012

Caperucita Roja


El cuento de Caperucita Roja se ha contado a lo largo de los años y ha sufrido algunos cambios. En su versión original, escrita por Charles Perrault hace 300 años, el final es trágico. Charles Perrault solía darle ese tono dramático a sus cuentos. En el de Caperucita Roja, el lobo se come sin pensar a la niña.

Otra versión algo más condescendiente y con un halo de esperanza es el cuento de Caperucita Roja por los hermanos Grimm, más inocente, con un final feliz gracias a la aparición de un cuarto personaje: el leñador, que al oír los gritos de la niña, salva a Caperucita, mata al lobo y le abre la tripa rescatando a su abuela que resulta estar viva. Podríamos decir que los hermanos Grimm hicieron una versión de lo que la gente de la época quería oír realmente de esa historia.

Pero la realidad, los sucesos del mundo en que vivimos, son muy dispares. En la vida podemos encontrarnos con las dos versiones. Niñas que se salvan, niñas que no se salvan. Y lo que es peor, cuando ocurre que nunca se sabe nada, porque se convierten en desapariciones y los lobos nunca confiesan la verdad de su responsabilidad. Me viene a la cabeza claro está, un caso como el de Marta del Castillo. Aunque en este caso el lobo, ¿o debería decir los lobos? se los encontró en el bosque y probablemente aunque no hubiera hablado con ellos, el resultado hubiera sido el mismo.

La moraleja que ambas versiones del cuento dan, es bastante simple: No hables con extraños, no des demasiada información de dónde vives, hacia dónde vas y qué es lo que tienes. Se me ocurre que esta enseñanza deberíamos aplicarla más que nunca ahora, que apenas se puede una esconder de nada ante nadie. Con las redes sociales, sin darnos cuenta damos información a los lobos de dónde estamos, cuánto dinero tenemos (viajes, fotografías de nuestras pertenencias, puesto de trabajo), cuáles son nuestros gustos y puede que también debilidades. Es decir, que el cuento de Caperucita debería seguir presente en este bosque 2.0, 3.0, infinito punto cero… porque cada día estamos más expuestos a lobos que se esconden detrás de los árboles aunque no estemos de excursión buscando setas ni flores, con una capa roja y una cesta de mimbre.

Aunque resulta irónico el suceso de hace unos días en Argentina, en un bosque de la Patagonia, una joven de 23 años Emma Kelly estaba haciendo trekking y de repente se encontró con un hombre que empezó sin razón alguna a golpearla y la violó en medio del bosque. En este caso el final fue por decirlo de alguna manera, menos trágico que el de Caperucita de Perrault, porque sobrevivió.

http://www.elmundo.es/america/2011/12/31/argentina/1325345828.html

Las Caperucitas Rojas, inconscientes, inocentes, de buena apariencia, cebo atractivo para los lobos han existido siempre. Y los lobos también. Los engaños, cobran cada día forma y no nos damos cuenta.

Una vez tuve la desgracia de escuchar una terrorífica frase que me viene a la cabeza con el hecho de que la capa de Caperucita fuera Roja y vistosa: “Si a una mujer le violan, es porque va provocando, mira cómo van esas, si las violan que no se extrañen.” Es posible que el cuento le dé la razón. Si no llega a ir tan “provocativa”, tan “vistosa”, con esa caperuza tan sensual, con un color tan provocador, como si fuera un torero animando a un toro, nada de esto le hubiera pasado.

Pero creo que es más bien una cuestión de que el lobo es lobo, y en su condición de lobo, si quisiera comerme, a no ser que yo huya y tenga buena resistencia aeróbica, tendría pocas probabilidades de sobrevivir, con o sin caperuza excitante.

Lo que me hace gracia de la versión de Perrault es que está más encaminada al contenido sexual, es decir, el autor, con su moraleja, quiere advertir a las mujeres como Caperucita, que entablan conversaciones, relaciones con desconocidos, que resultan ser después lobos feroces que las terminan devorando. Esta moraleja, me lleva a pensar en las afirmaciones que se han hecho de que a las mujeres les gustan los chicos malos, los hombres que dan problemas, hombres que les maltratan. Y el maltrato es otro tipo de pensamiento que me viene a la cabeza, porque de alguna manera estas mujeres se han entregado a un lobo que finalmente ha terminado traicionándolas. Ejemplos hay tantos de violencia doméstica, que no merece la pena personalizar con ninguno.

Claro que yo tengo una opinión personal de todo esto: Caperucita Roja puedo ser yo, y voy andando por el bosque, recogiendo flores, es decir vivo mi vida, aprendiendo y recogiendo lo que voy encontrando, entre otras cosas encuentro lobos, quienes no sé a ciencia cierta que lo son, y puedo confiar en ellos o no, igual que como periodista tendría que confiar en mis fuentes, o el abogado en sus clientes, y siempre alguien puede estar jugándotela. Pero ahí está el riesgo de la vida.

En la vida los conocidos han sido desconocidos algún día. El riesgo que uno corre entregando sus conocimientos, sus dotes y su cuerpo, puede ser el triunfo de mañana si no nos hemos equivocado, y si de paso la suerte está de nuestro lado. ¿Pero puedo estar constantemente alerta de los lobos del mundo? ¿Se puede vivir con ese constante miedo al riesgo en este caso de ser violada, comida, engañada, o ultrajada por alguien? ¿Es eso la felicidad?

Porque ese es otro tema importante, el camino a la felicidad ¿es caminar por un camino seguro?, o ¿por un camino lleno de problemas y obstáculos que se van superando?

Personalmente yo me siento feliz cuando algo por lo que lucho, me sale finalmente bien. Y yo no lucho cinco segundos. Mi satisfacción y mi felicidad es mayor cuanto más me cuesta el reto, o al menos más idealizado lo tenía.

Como periodista, pienso en una información de alto riesgo, guardada en secreto, una investigación donde las fuentes me engañan, me dicen medias verdades, y mi trabajo de intuición, de recopilación de datos, de saber de quién fiarme, de poder consensuar todas las posibilidades, finalmente me llevan a una verdad que he conseguido desvelar. Es el resultado de un artículo que descubre la verdad, y me hace feliz a mí y a muchos que lo leen. Mi felicidad ha dependido de los problemas que me han puesto los lobos en ese recorrido.

Como periodista de investigación podría compararme con Caperucita, puesto que me he metido en un bosque con pocos recursos, lleno de lobos como la vida misma (aunque también de leñadores que pueden rescatarme). Mi cuento de Caperucita Periodista podría terminar mal, como muchos periodistas de crónicas de guerra han muerto en primera línea de batalla. Podría terminar regular, como Julio Assange destapando informaciones muy complicadas y secretos de estado, que para él han sido su camino a la felicidad completado, pero que luego le ponen en una tesitura de extradición y libertad vigilada.

O podría terminar bien.

Aunque el caso de la joven austríaca que estuvo 8 años secuestrada, Natascha Kampusch, nos tira un poco todo por la borda, ya que se encariñó de su secuestrador Wolfgang Priklopil y estuvo en duelo cuando se suicidó al intentar fugarse. No fue muy consciente de haber sido capturada a los 10 años por un “lobo” y si acaso es consciente, no conoce la naturaleza malvada de un lobo, porque nunca le consideró como malo.

Pero ¿qué se supone que espera Perrault que haga una Caperucita deliciosa en un mundo con tantos lobos (y tan distintos)? Porque lobos hay de todos los tipos tal y como se reflexiona en este artículo de Alberto Manguel:(http://www.elpais.com/articulo/cultura/Caperucita/roja/inocencia/tentadora/elpepucul/20070107elpepicul_5/Tes) y lo que un lobo desea puede ser lo más inimaginable: a una Caperucita Roja, una Rosa, otra Verde u otra Azul.

Lo que yo defiendo es que no se puede vivir con miedo a que un lobo nos engañe, primero porque no lleva a un camino feliz y tranquilo.

Y segundo porque, tal y como dice mi buen amigo Santiago Burgos, “el lobo podría haber sido vegetariano o llamar al Telepizza”, y Caperucita tendría la posibilidad de salvarse, sin leñador de por medio.

Y le habríamos descubierto a Perrault otra moraleja: “No se puede ser tan machista, porque 300 años después las Caperucitas puede que hayan madurado un poco. Pueden votar, tienen puestos de responsabilidad y sprays contra lobos anticuados.”

1 comentario:

david dijo...

Muy buen análisis,interesante reflexión, al señor Pacino le habrá gustado, jeje.