miércoles, 4 de agosto de 2010

Mark Knopfler en Las Ventas de Madrid

Media plaza de toros de Las Ventas en Madrid esperaba mirando como el cartel de la gira Get Lucky se tambaleaba, ondeando de un lado a otro por el discreto viento. La otra mitad se reservaba para escoltar el escenario grandioso que pisaría Mark Knopfler y todos sus músicos. Apenas sonaban temas de folk, Stevie Wonder se adueñaba del sonido ambiente y el soul amenizaba a los seguidores que no parecían tener muy claro dónde sentarse. Algunos cubatas se mezclaban con infinitas camisetas negras con el nombre de Mark Knopfler mirando al frente, esperando a su tocayo aparecer en algún rincón del escenario.

Dos guitarras, un bajo, una batería inmensa con 9 platillos, un violín, una flauta, un contrabajo, un teclado se presentaban en el escenario, 20 minutos más tarde de lo esperado, intentando dejar caer la noche pero no al público, que gritó excitado tras la aparición del virtuoso Knopfler.

La primera sensación tras el magistral comienzo es que no éramos conscientes ninguno de la obra maestra que era Border Reiver. Pecamos todos al pensar que era lento y más folk que nunca. También pensaba que ver un concierto sentada sería un error y sólo me di cuenta que era un acierto al poder demostrar nuestra devoción cuando tras las 4 primeras canciones nos vimos obligados a reconocer las virguerías de esos artistas poniéndonos de pie a cada acorde.

Mark permanecía sentado, por sus dolores de espalda, pero entre canción y canción bromeaba con algún que otro chiste y nos agradecía incansablemente estar esa noche allí.

Le seguirían sus temas Sailing to Philadelphia, What it is, Prairie Wedding, y terminó de enamorar a los más veteranos con Romeo and Juliet. Inmediatamente después seguiría emocionando con Sultans of Swing y un grito estremecedor de todo el público que reconoció la canción al instante. Done with Bonaparte, Golden Heart y unas cuantas más harían que nos rompíesemos las manos aplaudiendo y casi parecía un desafío cuando pensábamos que no podíamos más llegó el Telegraph Road, que si bien no llegó a los 14 minutos, al menos respetó unos 10.

Subidas, bajadas, una batería muy fina y elegante, silencios musicales escalofriantes, conversaciones de guitarra y violín, mucho finger style, 5 cambios de guitarra y toda una plaza a oscuras con un leve tono azul procedente del escenario, miles y miles de puntos rojos de cámaras grabando, un "oe oe" acompañado con mucho gusto musical y un bis con el Piper to the end, que llevó a todos los que estábamos en la arena a hacer una pequeña piña a pie de escenario, para despedir lo más calurosamente posible a uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos.

El concierto terminaba con una mezcla de aplausos, gritos que decían Knopfler, Knopfler, Knopler. Hasta la próxima.

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