Todo el mundo dice que lo de ser periodista era vocación. Tengo
que recurrir a todo el mundo porque tengo algunas lagunas de cuando era muy
pequeña. No sé ni a qué edad empecé a recortar cosas que me interesaban de los
periódicos y las revistas, y las reeditaba, como si fuese redactora jefe de
revistas que yo misma daba forma, y se las regalaba a mi hermano, para que otro
las leyera.
Cuando me regalaron un radiocassete de doble pletina, fue el
primer mejor regalo de mi vida. Grababa las canciones y las soltaba literalmente
tras hacer una presentación, digna de una radio comercial, me gustaba contar
historias, noticias que leía, dar los buenos días, las buenas tardes,
entrevistar a mi hermano haciéndose pasar por un importante jugador de fútbol,
me gustaba hacer mi propio editorial del día. Me gustaba la radio. Ni siquiera
la escuchaba antes, la hacía… y luego llegó la grabadora.
Segundo mejor regalo de mi vida. Una grabadora de las de
antes. Me iba al colegio y grababa a mis compañeros, que opinaban sobre algún
tema importante, y montaba mis propias encuestas. Caminaba por la plaza Felipe
II y paraba a los transeúntes para que me contaran historias.
Además de presentadora, también hacía de reportera. Entonces
alguien dijo que la niña quería ser periodista. Ah, que esa era la palabra para
hacer todo esto que estaba haciendo. Pues sí, mamá. Sin duda quiero ser
periodista.
Mi padre quiso hacer unos planos de paisajes de Ibiza para
hacer un vídeo musical sobre la naturaleza de la isla. No se lo puse fácil,
porque enseguida me subía a una piedra y con voz de presentadora repelente le
decía que “a la derecha tenemos estos maravillosos acantilados donde las olas
rugen con fuerza…”
“Babu, quítate de la cámara que eres muy pesada…”
Mi pesadez, y mi familia, la que me ha pagado los estudios
que me han llevado a ser lo que quise ser, son los que me han puesto donde
estoy. Hoy es el Día de la Radio. Hoy
es el Día de dar las gracias a todos los que me dejan estar aquí.
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