lunes, 18 de julio de 2011

Tengo un minuto

Tengo un minuto, para reflexionar libremente.
Bajo esta presión casi no puedo pensar cómo usarlo.
En un minuto podría desechar todas las cosas que me hacen daño,
escuchar unas palabras que aunque duelen, sean ciertas,
e ir dejando migas de pan por el camino,
para que los que me sigan detrás,
sepan el camino correcto desde un principio.
A mí me enseñaron algunas cosas,
y debo aspirar a que, por poco que sea,
otros aprendan de mí.
O que sonrían.
Un minuto es suficiente para sonreír.

jueves, 14 de julio de 2011

Hablemos del tiempo

Durante un segundo, el tiempo se para a escuchar los murmullos que hablan sobre él.
Y la decepción que le provoca tu corazón, que suena por encima de mis palabras.
No puede escuchar lo que te digo al oído. Y menos cuando son mis poros los que hablan a tu piel.
Precisamente inventamos ese lenguaje para que el silencio no pudiera meterse en nuestros asuntos del alma. Y que el tiempo no pudiera ser cómplice del silencio, ni de nuestras palabras de amor.
Mis lágrimas son su única pista de que algo no va como debería. Y aún así no se acerca a descifrar si es alegría o tristeza, cuando el sol vuelve a salir por la rendija del hueco en la ventana al día siguiente.
No entiende el tiempo, que aunque corra más deprisa, como las arritmias de tu corazón, no consigue que hablemos más deprisa, ni más alto. Ni de ninguna otra manera a como lo hacemos ahora. Hablando del tiempo, breve, intenso, estático en los momentos en que mis ojos creen entender lo que les dicen a los míos.
El tiempo espera impaciente, a que hablemos del tiempo, y de los besos que nos damos en ese momento récord. Pero los besos son algo de lo que el tiempo no entiende.

lunes, 11 de julio de 2011

Un libro pequeño

Me encantan los libros delgados. No discrimino 500 páginas. Pero me gusta más agarrar con firmeza uno de 140. Casi nos podemos creer que en muchas menos hojas nos van a contar mucho más, que el autor no tendrá tanto espacio para divagar, y que además le hará un favor a la naturaleza, no desperdiciando tantas hojas para tan a veces dudosa calidad.
Me canso de bestsellers y de historias repetitivas, de análisis sin visión, y de experiencias personales demasiado generalizadas. Puede que me sienta atraída por la delgadez de una hoja, en mi ilusión a que los libros pequeños, tengan mucho más que aportar, y menos tiempo que ocuparme, para que lo bueno se genere rápido, y lo malo se acabe con la misma agilidad.