viernes, 30 de octubre de 2009

El periodismo se te queda corto

En mi afán por buscar lo más positivo del día, uno de los componentes de "la zona noble" me ha dicho hoy esta frase. Y me va a representar durante el resto del día.
Sus motivos tenía, y es que cuando la conversación se iba por los derroteros del arte, yo he sacado a relucir mi tono de espina clavada, donde se percibe que puede haber muchas cosas más que hago además de teclear y calentar una silla.
Me gusta que haya llegado a esa conclusión ese hombre. Yo siempre lo he pensado. Incluso que no es periodismo realmente donde tengo cosas que hacer. Y hoy me han vuelto a llamar de los cursos de doblaje, y de diseño de moda y claro... llevo un día pensando si acaso son señales que se han juntado por algún motivo ambicioso...
Y para dónde tiro si todo es muy motivante y estresanteeee!!!

lunes, 26 de octubre de 2009

Sociedad Digital

Estoy en un congreso sobre sociedad digital. Es decir, más de lo mismo y más de lo nuevo. Mi reto es no dormirme y càptar lo interesante de la sociedad en que vivimos. Faltan 15 minutos, y yo ya he echado mano de internet, no quiero que eso me convierta en friki, quiero que se entienda como que aprovecho las ventajas de esa sociedad digital, en la que todo funciona ya a través de una pantalla. Seguiremos informando, quizá con las anécdotas o frases célebres dignas de mención.

jueves, 22 de octubre de 2009

El aburrido

Quería agradecerle de manera claramente irónica, al hijo-puta que me pincha o desinfla, quien sabe qué, las ruedas del coche. Gracias por joderme la tarde, gracias por joderme el humor, por joderme los planes, por joderme la poca pasta que gano y gracias por el miedo que me provoca volver a exponerme a él.
Ponte a currar o haz algo con tu vida, pero pinchar ruedas no se puede considerar una actividad provechosa imbécil.
Me gustaría gritar y escupirle a base de letras P fuertemente pronunciadas, joderle su coche y por su puesto le robaría dinero sin dudarlo, por las molestias causadas.
JOPUTA.

lunes, 19 de octubre de 2009

Fenómenos

No. Ellos no. Ellos no son fenómenos. Es mucho decir.
Ellos causan los fenómenos. Mensajes o llamadas perdidas, y nunca mejor dicho. Perdidas donde a nadie le interesan, porque no era el momento de contestarlas. Ni a las 22, ni a las 2 y mucho menos a las 5 o 9 de la mañana.
Y menos mal. Porque los fenómenos, que no tienen feedback, es como si nunca hubiesen existido. Suceden, hago una mueca y continúo el camino, porque los planes originales son mucho mejores, o al menos esta vez.

jueves, 15 de octubre de 2009

Toca otra canción, hombre del piano

Son las nueve de la noche, y no ha hecho nada más que empezar. Se oye el murmullo de la masa. Uno, dice el pianista, que le hace el amor a la ginebra y lleva ropas de un hombre más joven que le hace sentir triste y dulce.
El camarero es su amigo, y le ofrece al pianista bebida gratis, es carismático y bate el récord en conseguir un mechero y encender los cigarros del bar pero prefiere ser una estrella de cine, si acaso pudiese salir de allí.
También cuenta que hay un tío destinado a no tener novia nunca, centrado en una novela que nunca termina, y un marinero absorto por su trabajo que se jubilará en el barco.
Las camareras hablan de política con los hombres de negocios que no pueden articular palabra pero bien pueden menearles el trasero. Ellos beben la copa que llaman soledad, pero siempre es mejor eso que beberla solos.
El jefe está contento de haber llenado el bar, y le lanza una sonrisa satisfecha al pianista, que es por quien todos han llegado allí, porque por un momento sus teclas les hace olvidar lo que tendrán que hacer después de salir.
El piano es carnívoro.
El micrófono huele a cerveza.
El tarro de propinas para el pianista se llena.
Toca esa canción, hombre del piano. Todos quieren oír la melodía. Y nos haces sentir bien.
Toca esa canción Bill. Necesitan olvidar a la vida, por un rato.
Billy Joel se sentaba al piano en un bar. Observaba a su alrededor, y casi se sintió un héroe, cuando vio que era la única esperanza de muchos de los que le rodeaban. Es la canción con la que me he ido a casa después de un duro día. Y con los sentidos a flor de piel últimamente, mi conclusión con la canción es que la vida es reciprocidad, y necesitamos a alguien que nos levante cuando pesemos demasiado.
(El texto es una interpretación de las letras de la canción, y no una traducción literal)

domingo, 11 de octubre de 2009

La solitaria y húmeda indiferencia

Me dejaron plantada en mitad de la mojada Londres un lunes a las 23:00 de la noche. No se lo reprocho ya, estuve mucho mejor sola, con mi capucha, mi mapa, mis pasos decisivos hacia St. Paul's Church, donde sabía que se escondía un albergue, y con suerte una cama. Dormí con mi maleta dentro de la cama. Puestos a fiarse, la vida me enseñó que mejor no lo hiciera de nadie. Y aún contando con que la peor fama es la española, yo por si acaso me abracé a lo único palpable que tenía, mi neceser, mi ropa, mi cartera, mi móvil y la cámara, vestida de luto pero preparada siempre en mi cintura, para captar la soledad y la indiferencia de aquella ciudad tan idealizada y desconocida.

No probé ni los autobuses ni las cabinas. Tampoco comí fish and chips. Chinatown me robó una sonrisa. Buckingham Palace asomó la cabeza al final del camino que pensaba que estaba recorriendo por equivocación.

Anduve por el puente de Londres, con sus horribles cables azules, de la mano de una lluvia que quería obligarme a coger el metro, ese otro mundo bajo la tierra tan distinto en cada país. Tiene algo mágico esa ciudad cuando vuelves a subir a la superficie y el sol se refleja doblemente en suelos y ventanas.

La gente era amable solamente lo justo. Mi cara de duda hacía preguntarse a algunos si debían ayudarme. Yo no pedí nada en aquella ciudad. Me debatí entre subir el London Eye, que hasta entonces solo había visto en la batalla final de Los 4 Fantásticos, pero la cola me echó para atrás, dejé atrás el parlamento que no me decepcionó nada, y vi un cambio de guardía en un patio interior, con semicírculo de caballos, paseé por amplias plazas y me serví de la rápida lectura de las guías para no perder detalle de la ciudad, metiéndome en tiendas de souvenirs donde no tuve ninguna tentación, más que comprar unos calcetines del metro a mi amiga María Anna.

Me quedé más tiempo del debido en una libreria en Nothing Hill, donde mi imaginación volaba, el blanco de las casas me deslumbraba y el mercadillo de Portobello Road me convenció que aquel era mi sitio favorito.

Hice las fotos de rigor: los taxis, los carteles de las calles, los buzones, las llaves del agua, los cerrojos de las tiendas y sus graffitis, sí, lo normal, típicas fotos turísticas. Creo que lo ví todo, sol, lluvia, frío, calor, estaciones de tren, corrí desde Trafalgar a Victoria Station, cogí el tren de las 21:00 y visité Porsthmouth donde no me dieron plantón, cené, y entre dibujos animados, partidos de fútbol y ajedrez, me fui a dormir, sin deshacer la maleta más pequeña y vacía de la historia, que seguramente llenaría cuando llegase al destino final, San Francisco. Pero ese viaje, ya es otra historia.

jueves, 8 de octubre de 2009

Ayer fue un día de charla. Hemos aprendido varias cosas:

-No hay que mezclar las cosas
-Hay que ambicionar un 100% para conseguir el 50%
-El movimiento se demuestra andando
-Marta viajará con un pony rojo
-Ángela no mató a sus compañeras de cena
-Bárbara va a disfrutar de su Chupa-Chups de yogurt con frutas del bosque

¡Ahí lo llevas!

miércoles, 7 de octubre de 2009

El peso sobre los hombros


Presumo de que el marrón es mi color favorito pero luego resulta que el rojo es el que mejor hace efecto en los labios. De modo que también decidí darle color a mi hombro, aunque entre en conflicto si voy de rosa. Ya sabemos todos que soy algo maníatica (aunque no me guste esa palabra) para los colores y sus combinaciones. Sin embargo fue una decisión rápida y repentina, en la que cerré los ojos y me dejé llevar. Recuerdo vagamente la última vez que lo hice. Pero sé que me salió bien. Y lo primero que uno tiene que hacer en la vida, es estar seguro de que sus decisiones son las mejores que podría haber tomado.

Estoy contenta de la vida que tengo ahora, creo que es un año bien aprovechado, a pesar de que mi carrera se alargue. En tiempos de crisis, becarios. Alabados seamos, digo yo.

Y sobre mis hombros, las responsabilidades y ahora más que nunca la música, a modo de gramófono, oldschool, como era de esperar en mí.