miércoles, 11 de agosto de 2010

En varm natt Norge

Una cálida noche noruega.
En Madrid.

Hacía mucho tiempo que no se convocaba el comité de sabias, que por fin tuvo su reunión ayer, anticipándonos a la de los controladores aéreos que es hoy, que para tranquilidad menorquina, creo que no darán guerra en agosto.

Este comité se reunía más sabias que nunca: con recuerdos de Calcuta a las espaldas, con microviajes decisivos, y con muchas conclusiones tomadas. Todas ellas las escuchaba con esfuerzo, cada vez más cerca del mundo de la lectura de labios, porque mi otitis, esta vez, no quiere darme unos días de tranquilidad. Amenaza mis vacaciones casi como el DNI quiso arrebatarme las mismas.

Tomamos agua de Voss, conocida por ser el agua natural sin filtrar más pura del mundo. procedente de un acuífero natural en el sur de Noruega, protegida de la contaminación por una capa de roca y hielo. Dicen que ayuda a mantener una piel sana y joven, y que ayuda a la concentración, evitar infecciones, mantener los niveles de energía y un montón de cosas más.

Después nos sorprenderían con una tabla de panes y sushi noruego y salsas las cuales no me convencieron pero con lo que a mí me gusta el pan, era innecesario untar. Después improvisamos unos platos sin saber muy bien lo que eran: simplificando un poco la descripción de los alimentos, pedimos: atún, carpaccio y centollo. Raro fue que el centollo fuera lo que más me gustó, pero claro, este no era de cortar con pinzas y chupar la cabeza, este era un rollito de primavera con salsa de mango y yogur, en fin, que nada era lo que parecía, y eso, para bien.

Nos animamos con el postre, un crujiente de tofee empalagosísimo que hacía que la galleta Oreo con helado cítrico estuviera salada.

La noche salió como se esperaba, no hubo decepciones, porque a mitad de precio no hay quejas que valgan. Después de llevarnos las botellas en mano que insistentemente apartamos del alcance de los camareros, dimos un poco de libertad a nuestra poca cordura y posterior sesión de fotos absurdamente continuas, a cargo de la que como no, siempre va cámara en mano, y más en circunstancias de sordera. ("Ya que no oigo, voy al menos a inmortalizar este momento")

El final llegó con la foto de la noche, quizá la única digna de mostrar sin pasar verguenza, porque a pesar de que a mis ojos íbamos monísimas, la cámara no parecía estar de acuerdo. Pero esos desacuerdos quedan entre mi cámara y yo si no os importa.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Mark Knopfler en Las Ventas de Madrid

Media plaza de toros de Las Ventas en Madrid esperaba mirando como el cartel de la gira Get Lucky se tambaleaba, ondeando de un lado a otro por el discreto viento. La otra mitad se reservaba para escoltar el escenario grandioso que pisaría Mark Knopfler y todos sus músicos. Apenas sonaban temas de folk, Stevie Wonder se adueñaba del sonido ambiente y el soul amenizaba a los seguidores que no parecían tener muy claro dónde sentarse. Algunos cubatas se mezclaban con infinitas camisetas negras con el nombre de Mark Knopfler mirando al frente, esperando a su tocayo aparecer en algún rincón del escenario.

Dos guitarras, un bajo, una batería inmensa con 9 platillos, un violín, una flauta, un contrabajo, un teclado se presentaban en el escenario, 20 minutos más tarde de lo esperado, intentando dejar caer la noche pero no al público, que gritó excitado tras la aparición del virtuoso Knopfler.

La primera sensación tras el magistral comienzo es que no éramos conscientes ninguno de la obra maestra que era Border Reiver. Pecamos todos al pensar que era lento y más folk que nunca. También pensaba que ver un concierto sentada sería un error y sólo me di cuenta que era un acierto al poder demostrar nuestra devoción cuando tras las 4 primeras canciones nos vimos obligados a reconocer las virguerías de esos artistas poniéndonos de pie a cada acorde.

Mark permanecía sentado, por sus dolores de espalda, pero entre canción y canción bromeaba con algún que otro chiste y nos agradecía incansablemente estar esa noche allí.

Le seguirían sus temas Sailing to Philadelphia, What it is, Prairie Wedding, y terminó de enamorar a los más veteranos con Romeo and Juliet. Inmediatamente después seguiría emocionando con Sultans of Swing y un grito estremecedor de todo el público que reconoció la canción al instante. Done with Bonaparte, Golden Heart y unas cuantas más harían que nos rompíesemos las manos aplaudiendo y casi parecía un desafío cuando pensábamos que no podíamos más llegó el Telegraph Road, que si bien no llegó a los 14 minutos, al menos respetó unos 10.

Subidas, bajadas, una batería muy fina y elegante, silencios musicales escalofriantes, conversaciones de guitarra y violín, mucho finger style, 5 cambios de guitarra y toda una plaza a oscuras con un leve tono azul procedente del escenario, miles y miles de puntos rojos de cámaras grabando, un "oe oe" acompañado con mucho gusto musical y un bis con el Piper to the end, que llevó a todos los que estábamos en la arena a hacer una pequeña piña a pie de escenario, para despedir lo más calurosamente posible a uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos.

El concierto terminaba con una mezcla de aplausos, gritos que decían Knopfler, Knopfler, Knopler. Hasta la próxima.