Hoy es el día de la radio. Su día a día ha hecho que casi pase desapercibido. Nosotros hacemos radio cada día como sí fuese el último. Es un medio del que estoy enamorada. Un amor, que si acabase, tendría sencillamente que acostumbrarme a estar sin el. Pero no lo superaría.
La radio nos permite obligarnos a plantearnos cosas, a buscar todas las partes implicadas, a unir opiniones, unir personas, hacer audible lo que no se escucha todos los días, se aprende, se forma, se llora, se ríe. No te exige grandes cosas. No te pide máxima atención, aunque irremediablemente capte tu atención porque siempre tuvo ese encanto.
Los que la hacemos simplemente la amamos. No se sí podríamos sentirnos igual con otra cosa. La radio son muchas horas, en el aire o en el suelo. Muchas llamadas, muchas personas, muchas historias, muchos paseos, intentas ganarte la confianza de anónimo a anónimo.
El trabajo de una hora se esfuma los 5 minutos. En 5 minutos debes contarle al mundo el problema de días, la vida de años, la situación de siglos. Y descubres que se puede. Cuando eso pasa y no sabes como, recurres a la palabra magia. La magia no es más que la conexión entre la historia, el que la escribe, el que la cuenta, y el que la escucha.
Une a muchas personas. Y por lo visto es el medio donde hay más confianza depositada. No deberíamos conformarnos, ni defraudar. Debemos arriesgarnos, exigir la verdad, y si no la sabemos la verdad de cada uno.
A mi la radio me atrapó desde muy pequeña. A veces no quiero ver la realidad, pero si cierro los ojos, la escucho perfectamente. Me siento afortunada de poder ser un trozo de lo que te importa. Merecen 12 horas de trabajo, si al menos una persona ha compartido un momento con la radio.
Feliz día de la radio.
Y que la radio te haga feliz.
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