Me levante a punto de no hacer nada y menos mal que saqué de debajo de la almohada a mí voluntad, que si no, allí se quedaba. Disfrutamos de la nieve, buscamos calcetines de lana por doquier, hicimos la compra, y fuimos a todas las opticas de la ciudad para que Pepo pudiese recuperar su visión.
Y aquí una servidora volvió a caer en la tentación y mañana puede que tenga gafas de sol nuevas, o que simplemente tenga gafas de sol.
Lo sé, aquí no hace sol, pero pese a todo sigo siendo española y es una inversión.
Y tengo mil inversiones más, quizá me debí hacer empresaria...
2 comentarios:
A efectos prácticos, la luz de la nieve también va directa a la retina ¿no? Así que tampoco es tanto capricho... (el que no se consuela es porque no quiere)
caer en la tentación está demostrado que siempre es bueno
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