En contra de todo pronóstico, mi curro es tranquilo, apacible y se puede decir que a veces es hasta un placer trabajar. Es así principalmente gracias a los compañeros, agradables, el jefe, simpatico y a que no hay estres acústico de ningún tipo, que es el que a mí más me molesta.
Parecía toda una pesadilla trabajar de 1 de la mañana a 7, pero en plena Gran Vía todo se vuelve más bohemio y la atmósfera es apacible, siempre y cuando no caiga un chaparrón, sin azúcar ni turrón, y me cale hasta las rodillas como ya pasó una vez, y tenga que sufrir conviviendo con ese potentísimo aire acondicionado que posee Telefónica en su departamento de comunicación.
No sé cuanto durará el sueño, ni si se convertirá en pesadilla. Es cierto que he cambiado de vida: ahora duermo por las tardes y llego a clase más que despierta, exponiendome a pequeñas deducciones (erróneas) que insinúan (de broma por supuesto) que me meto algo para estar fresca. Ya veremos qué tal, para mí es un reto, cada vez más emocionante.