jueves, 23 de junio de 2011

cinco metros

Anduve cien veces por el mismo camino.
Desde que lo encontré supe que iba a ser mi lugar para estar sola.
Para llorar y que mis lágrimas golpeasen el mar.
Para alegrarme sin respeto del fracaso del que se me cruzase.
Para mojar mis pies y congelarme al instante.
Para mirar a un sol que no me cegaba.
Y en definitiva para pensar.
Para escuchar.
Y dejar de hablar.
Solo caminar cinco metros, de esquina a esquina, en una orilla, apartando la escarcha, en una playa nublada.
El sitio perfecto para poder mirar las nubes y reflexionar desde una mente despejada.

miércoles, 22 de junio de 2011

Largo es el necio



Larga es la noche para el que yace despierto; larga es la milla para el que va cansado; larga es la vida para el necio que no conoce la verdadera ley.

martes, 21 de junio de 2011

Un beso en el aire



Un conductor de metro ha lanzado un beso a la señora de la mopa que se paseaba de esquina a esquina limpiando los andenes que nunca descansan de las pisadas de nosotros, los viajeros.

El día probablemente desde ese momento me ha parecido entrañable, a pesar de que muchas cosas puedan estropearlo.

No obstante tengo varios recuerdos que me sirven de excusa para devolverme a mí misma la sonrisa.

Hoy hace un calor sofocante, no corre el aire, cuando lo hace es como un azote de fuego, pero gracias a mis recuerdos, me remonto a primera hora de la mañana: 7:45 y miro a la derecha para encender la luz.

Y veo a un mini Michael con boquita de pichón, que le da un soplo de aire fresco al día, y me apropio de los besos en el aire que vinieron a continuación, porque oye, a mí también me hacían falta, y sé que de haber estado Michael en un tren, él también me los habría lanzado.

martes, 7 de junio de 2011

Crédito

No estoy segura de que las personas que dicen poder hacer cosas, puedan hacerlas realmente, deberían dedicarse a hacerlas en vez de decir que las podrían hacer pero mírales donde están.
Con el pantalón apretado, la camisa reventona y un mal humor general, hablando de la juventud de los demás, abusando de estatura y sin embargo pequeño, con los ojos cerrados y casi chepa.

Enfrascado en amenazas y el discurso de la rutina, menospreciando el trabajo de los demás y valorando sólo aquello que es artístico solo si se es protagonista.
No me gusta ese perfil. Y no me creo nada de nada. Nunca me he considerado tonta como para pensar que mi formación es más pobre o incorrecta. No se aprende de los años sino de las experiencias y la manera de afrontar los pequeños obstáculos.

Recuerdo cuando llegué al segundo ciclo de la carrera. Una clase inmensa, mi primer contacto con la universidad pública. Muchos grupitos ya hechos, y mucha gente subestimando a la niña que llegaba de una privada. ¡Qué mamones!

Panorama propicio para conocer y calar a la gente directamente.
Me condenó un poco una persona que conocía de un día, me sentí obligada a meterme en grupos de trabajo. Resultó ser un grupo agobiante. Hablaban del tono de voz de uno, de las greñas del otro, del culo de la pelandrusca, del collar de la repipi, de las actividades callejeras del rapero...
Es decir, un montón de personas que nunca pude conocer porque solo hablaban de otras personas y mal, muy mal.

Al final terminé sumergida en el trabajo y los libros, uno de ellos "Las benévolas", Les Bienvellantes en francés, 1000 páginas de malas intenciones donde las haya, de odio holocáustico, o sea que con la historia ya tenía suficiente como para experimentarlo en el soporte realidad.

Terminé yéndome a otro país, donde viví un Big Brother que real o no, al menos hizo que me lo creyera, que de eso se trata.
Sea verdad o sea mentira, que al menos me engañen, y me lo crea.

lunes, 6 de junio de 2011

Unas gotas de lluvia


La ciudad no había abierto los ojos del todo.
Tenía un sonido contaminado de lamentos y enfados.
Lloraba de rabia contenida, y las gotas me caían a mí en la espalda, maldiciendo la tristeza y la ironía de la duda mal expresada, de las palabras que apuñalan, y esas gotas mojando mientras las aceras salpicaban a mi paso diciéndome alguna cosa mal pronunciada.
Si algo podía salir mal, el tiempo no haría más que resaltarlo.
Y cuando conseguí meterme en un autobús, con el paraguas continuamente salpicándome los calcetines, para que no olvidara la humedad, me preguntaba cuántas personas podrían tener un mal día e intentaban encerrar sus experiencias en esas gotas de lluvia concentradas en un cristal sin parabrisas, tal y como estaba haciendo yo.

Resulta que en una gota diminuta de lluvia, puedes ver la imagen que refleja pero justamente al revés. En ese momento pensé que quizá el agua no era mi mejor amiga. Y la pena del cielo, y la ciudad con su rabia, me estaba calando, y nunca mejor dicho, hasta los huesos.

domingo, 5 de junio de 2011

Presente

No quiero pensar porque no quiero que el dolor del corazón se una al dolor del pensamiento.

jueves, 2 de junio de 2011

Aire e insinuación


Me calcé unos zapatos que no me identificaban. Aguanté con ellos mucho tiempo. Más del que hubiera deseado. Pero claro, estaba monísima, interesantísima, y brillaba como una estrella. Cuando me lo permitían.
Porque a veces el dolor me hacía cambiar el gesto, y no hay peor mal que un dolor de pies. A mí empezó a dolerme todo. La espalda, la cadera, la cintura, la cabeza...
Y la paciencia. Sobre todo ella. Tan frágil y tan blanca, llena de aire e insinuación.

Los zapatos me estaban cambiando la paciencia, o vete a saber si fue la madurez que hay en el fondo de una adolescente haciéndose mujer. Que sabe por dónde sacar todo su potencial sin necesidad de esos zapatos que en ocasiones no hay derecho ni deber de aguantarlos.

Después de una charla con el silencio, intensa, que por momentos casi me gana, tome la decisión que entre dolor y alma de las cosas bien hechas, llegó a una conclusión, de la que hoy no, pero mañana estaré orgullosa.

Porque reconozco, que aunque no siempre me haga caso, en muchas cosas tengo razón. Y ayer ví que tenía el cabello más bonito que los pies.

Imagen: Alejandra Abellán